Desde 1970, cada 22 de abril se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, una fecha para reflexionar sobre nuestra relación con el planeta y la responsabilidad que tenemos de mitigar el cambio climático y atenuar la crisis ecológica mundial.
Esta conmemoración tiene una conexión directa con las mujeres rurales, quienes mantienen un vínculo especial con la Madre Tierra. Son pilares fundamentales para su cuidado y protección gracias a su vocación como guardianas de los recursos naturales, implementando prácticas sostenibles que garantizan la seguridad alimentaria.
Además, son ellas quienes están en la primera línea de adaptación al cambio climático, enfrentando retos como sequías, inundaciones y la degradación del suelo. Sin embargo, con su trabajo incansable, conocimiento ancestral, resiliencia y creatividad, demuestran su compromiso y contribuyen a la producción agropecuaria sostenible.
En medio de estos desafíos climáticos, las mujeres rurales están liderando la transición hacia una agricultura climáticamente inteligente. Con su conocimiento único de los ecosistemas locales, contribuyen a aumentar la resiliencia de los sistemas agrícolas, disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, gestionar sosteniblemente el agua y conservar la biodiversidad.
Su participación es tan importante que, según datos de ONU Mujeres, representan cerca del 43% de la fuerza laboral agropecuaria. No obstante, continúan enfrentando barreras significativas como el acceso limitado a la tierra, activos productivos, financiación, tecnología y educación.
Desde la Fundación Amarella, reafirmamos nuestro compromiso de trabajar con las mujeres rurales para fortalecer su autonomía y potenciar su papel como agentes de cambio productivo, social y económico, mediante intervenciones integrales y alineadas con los retos productivos, agroindustriales y comerciales de las guardianas de la tierra.
Hoy más que nunca, la Madre Tierra necesita el liderazgo, la empatía y la visión de las mujeres rurales de las Américas.
Con admiración y compromiso, Fundación Amarella